"La vida de barrio en los cerros porteños era de amable convivencia entre las clases sociales y la distintas religiones y colonias que se entreveraban en sana tolerancia y camaradería. Teníamos amigos yugoslavos, ingleses o italianos, sin cuestionarnos la procedencia de las familias ni su origen. Tampoco era motivo de discriminación el que uno de nuestros amigos fuera luterano, anglicano o judío. Los barrios mezclaban familias de diversas culturas y en las calles o paseos convivíamos amparados por juegos en común".
"Y yo me pregunto: ¿qué admirarán los viajeros de la ciudad si lo mejor ya no existe, si lo más bello se fue o se lo llevó el viento de Valparaíso? Quizá aman la sombra del recuerdo o la huella en la pared del cuadro que ya no está".
"En Valparaíso todo desaparece como en una función de magia permanente. Desaparecen las iglesias, los salones de té, los parques, los teatros, las botonerías, los ascensores, los árboles, las caletas, las librerías y las casas. Un día vamos a desaparecer nosotros y nadie se acordará que un día paseamos por esas calles en una tarde de viento".
"El ascensor Artillería sale al Paseo Veintiuno de Mayo donde antes había grandes carnavales. En primavera, la gente hacía fila en la Plaza Weelwright para tomar el ascensor. En ese entonces, había dos líneas, es decir, cuatro carros que transportaban a los enamorados a la avenida de los pitosporos. Una vez arriba, era posible mezclarse entre los cadetes de la Escuela Naval o asomarse a contemplar la luna menguante reflejada en la bahía desde la glorieta victoriana con piso de madera y balcones de latón en arabesco".
"En Valparaíso, todo está envuelto en poesía, pero desde luego, los ascensores constituyen lo más enigmático y asombroso del puerto."
"El primer ascensor de Valparaíso fue el del Cerro Concepción, en la Cruz de Reyes, frente al Reloj Turri. Fue 'ruidosamente inaugurado' con helados y champagne el 1° de diciembre de 1.883."
"Todavía existen en Valparaíso los viejos almacenes como el emporio Bacigalupo de la calle Pedro Montt que pertenece a una familia de italianos del norte de Italia. (...) Entrar a esa tienda es transportarse al pasado. Todo huele a café, canela, nuez moscada, harina tostada, vainilla y clavo de olor. Es un olor inconfundible a emporio de otra época con sus barriles de miel y cajones de té suelto. En las vitrinas disponen pequeños platillos con perlitas de torta, huesillos y almendras."
"De pronto, frente a la iglesia Anglicana del cerro La Concepción, junto a la Subida Templeman, se abre un ignorado pasaje que tiene la inquieta resonancia de los lugares presididos por el silencio crepuscular y la magia vespertina que huele a patios recién regados. Es el Pasaje Pierre Loti cuyo nombre romántico nos trae a la memoria la figura fugaz de ese escritor francés, medio soñador, medio poeta, que visitó Valparaíso en el siglo XIX y que luego continuó sus viajes con destino errabundo."
"Uno de los miradores más sobresalientes de estilo victoriano es el del Paseo Atkinson que conserva prácticamente intactas aquellas casas con postigos pintados de azul y ventanas de guillotina, tal como las describió Rubén Darío cuando llegó al puerto en el siglo XIX".
"Entre el ascensor Reina Victoria y El Peral, se concentra una maraña de calles estrechas, solariegas, donde habita algo de cierta magia perdida o de cierta poesía. Pasaje Oxford, Paseo Atkinson, calle Pilcomayo, Capilla, Templeman..."
Texto citado
Peña Muñoz, Manuel. Ayer soñé con Valparaíso, crónicas porteñas. RIL Ediciones. 2012.
Fotografías
Castro Dávila, Hernán. Miradas Compartidas
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